Wicked: del escenario a la pantalla grande

Como amante declarado del universo de El Mago de Oz, he disfrutado de sus múltiples interpretaciones: la obra de L. Frank Baum, la inolvidable película de 1939, las versiones modernas como Emerald City de NBC, y hasta la precuela Oz: un mundo de fantasía, que comparte con Wicked ese encanto de explorar lo que ocurrió antes de la llegada de Dorothy y Totó. Sin embargo, mi corazón siempre ha tenido un lugar especial para Wicked, el musical que reescribe la historia desde la perspectiva de las brujas de Oz. He tenido el placer de verlo en dos ocasiones: primero cuando vivía fuera de España, y años después en una representación universitaria que, con menos recursos, igualó en pasión y entrega.

El musical, basado en la novela de Gregory Maguire, no solo ofrece una crítica social brillante, sino que añade una capa de emoción indescriptible gracias a su música y puesta en escena. Aun así, siempre me he preguntado cómo sería esta historia si pudiera liberarse de las limitaciones físicas de un escenario. Ahora, con la llegada de Wicked: Part 1, Hollywood nos da la respuesta: un espectáculo deslumbrante que reimagina esta querida obra para la gran pantalla.

Dirigida por Jon M. Chu, la película es una adaptación fiel al primer acto del musical de Broadway, expandiendo la narrativa y profundizando en las emociones de los personajes. Ariana Grande y Cynthia Erivo heredan los icónicos roles de Glinda y Elphaba, respectivamente, y logran lo impensable: hacer justicia a las inolvidables actuaciones de Kristin Chenoweth e Idina Menzel. Grande sorprende con una Glinda compleja y llena de matices, mientras que Erivo entrega una Elphaba que combina vulnerabilidad, esperanza y, finalmente, una furia desgarradora. Su interpretación del tema “Defying Gravity” es un momento cumbre que redefine lo que un musical puede lograr en el cine.

El elenco secundario es igualmente brillante. Jonathan Bailey, a quien conocimos como el encantador Anthony en Los Bridgerton, se roba el show con su carisma y habilidad como bailarín y showman, recordándonos que sus minués son solo la punta del iceberg. Michelle Yeoh aporta elegancia y misterio como Madame Morrible, y Jeff Goldblum da vida al Mago de Oz con un equilibrio perfecto entre encanto y manipulación. Incluso Peter Dinklage, como la voz del Doctor Dillamond, deja una impresión duradera al abordar temas de discriminación con una sensibilidad conmovedora.

Visualmente, Wicked: Part 1 es un festín para los sentidos. El diseño de producción y los vestuarios son fastuosos, evocando la magia de la película de 1939 mientras expanden la mitología de Oz. Las secuencias musicales aprovechan al máximo el formato cinematográfico, superando cualquier limitación que el teatro pudiera imponer. La escena de “Defying Gravity” es un espectáculo tan majestuoso que salí del cine bailando y cantando, algo que no me sucedía desde Moulin Rouge! o La La Land.

Aunque la película se detiene justo cuando los conflictos están a punto de estallar, dejándonos ansiosos por la Parte 2, logra capturar el espíritu del musical mientras explora nuevas dimensiones de los personajes y el mundo de Oz. Es un recordatorio de por qué amo tanto esta historia: su capacidad para entrelazar música, crítica social y una fantasía deslumbrante.

Wicked: Part 1 es, en resumen, un triunfo. No solo honra sus raíces teatrales, sino que eleva el género musical a nuevas alturas, demostrando que hay historias que, aunque nacidas en el escenario, están destinadas a brillar en la gran pantalla.

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