Kraven el Cazador, dirigida por J.C. Chandor, es el colofón de un proyecto ambicioso pero problemático: el universo de Sony basado en villanos de Spider-Man, pero sin la figura central del trepamuros. Esta adaptación trae al legendario Sergei Kravinoff, alias Kraven el Cazador, a la gran pantalla, pero al igual que sus predecesoras (Venom, Morbius, Madame Webb...), deja una sensación de vacío ante la ausencia de la némesis natural de estos personajes.
En los cómics, Kraven es uno de los villanos más fascinantes de Spider-Man, un cazador obsesionado con demostrar su superioridad frente al héroe arácnido. Este conflicto de egos le da un propósito claro y define su tragedia personal. En esta versión cinematográfica, sin embargo, Sergei se convierte en un antihéroe: un hombre con un fuerte sentido de la justicia medioambiental y un conflicto familiar que lo empuja a enfrentarse a su propio linaje.
La película opta por cambiar drásticamente su origen. Aquí, Sergei no es un aristócrata ruso obsesionado con la caza por deporte, sino un hijo rechazado por su padre, un despiadado cazador interpretado por Russell Crowe. Este cambio busca humanizar a Kraven y justificar su evolución, pero elimina el matiz más interesante del personaje: su búsqueda enfermiza por superar a Spider-Man como prueba definitiva de su valía.
Además, el uso del Chacal (Miles Warren) como nexo narrativo entre Kraven, Rhino y el Camaleón resulta algo forzado. En los cómics, estos personajes funcionan como amenazas individuales o aliados temporales, pero aquí parecen piezas de un clásico rompecabezas de adaptación que no termina de encajar.
En el cómic clásico La última cacería de Kraven, su duelo con Spider-Man es tanto físico como psicológico, una lucha de valores y percepciones sobre la moralidad y el propósito. Aquí, sin Spider-Man, Kraven queda ligeramente descontextualizado, y su viaje carece de la carga emocional que tendría enfrentarse al héroe que simboliza todo lo que él quiere derrotar.
Aún y con ello, bendito sea Aaron Taylor-Johnson, que se convierte sin duda en el alma de la película. Su carisma y físico imponente dan vida a un Kraven que resulta creíble en las escenas de acción y capaz de transmitir un tormento interno que, aunque no tiene el peso narrativo de los cómics, sigue siendo muy atractivo. Su interpretación mantiene el interés incluso cuando el guion pierde fuelle, y es fácil imaginarlo como un rival formidable para Spider-Man… si el héroe estuviera presente.
Su amor por la naturaleza y su desprecio por los cazadores desalmados convierten a Kraven en una figura interesante, pero incompleta. Aunque se enfrenta tragedias personales, incluida la pérdida de su hermano, no termina de evolucionar de manera significativa. Le falta esa “cura de humildad” que lo haga realmente tridimensional.
Con una duración cercana a las dos horas, Kraven el Cazador sufre de un ritmo desigual. Su primer acto es prometedor, estableciendo el trasfondo de Sergei y su relación con su padre, pero la película se estanca en su tramo intermedio con escenas repetitivas que no permiten avanzar la trama. El clímax, aunque cargado de acción, carece del impacto emocional necesario para cerrar la historia con fuerza. Quizás solo el epílogo la salva en este aspecto, pero queda igualmente falto de gracia cuando sabemos que el universo Sony y las puertas que parece seguir abriendo fenece con esta misma película.
Si eres fan del lore de los cómics, puede que encuentres las decisiones creativas extrañas o frustrantes. Si no conoces a Kraven, probablemente disfrutarás de la acción y la interpretación de Taylor-Johnson. Aún así, como ocurriese con el resto de pelis de este universo, qué bonito habría sido con la promesa de un cruce final con el trepamuros.
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